sábado, 6 de diciembre de 2008

LA INUNDACION

A sólo tres años de lo que parecía el despegue, una vez más la naturaleza marcó una pauta, que por su magnitud parecía definitiva: en seis años de lucha y agonía quedaron sepultados bajo las aguas de la Laguna de Mar Chiquita el esfuerzo y los sueños de muchas generaciones. Fueron estériles todos los esfuerzos del hombre para contrarrestar la fuerza devastadora de la naturaleza, que dejó un saldo final de destrucción irreversible. Las aguas de la Laguna de Mar Chiquita cubrieron 37 manzanas completas del radio urbano de mayor concentración económica, mayor valor urbanístico, turístico y de mayor representatividad simbólica de la localidad, situación que perdura hasta la fecha.
120.000 m2 cubiertos de edificación quedaron sepultados y destruidos.
102 hoteles (3500 plazas hoteleras) lo que equivale al 90% de su infraestructura turística, se perdieron definitivamente.

60 establecimientos comerciales (pistas de baile, confiterías, heladerías, parrilladas, regionales, piletas de natación, etc.) fueron sepultados y destruidos bajo la acción del oleaje.
198 casas de familia (cubiertas por las aguas).

Se anegaron y quedaron cubiertos los edificios públicos de: Estación Terminal de Ómnibus, Banco de la Provincia de Córdoba, Casino Provincial, Centro Balneológico Termal, Cooperativa de Criadores de Nutria, Camping Municipal, Iglesia Santa Teresita (Patrona de Miramar), Iglesia Parroquial de la Virgen del Valle, sede de la Asociación Hotelera, Escenario del Festival al aire libre "Nocheramas", Pista bailable sobre el agua del Hotel Copacabana, Club Náutico, edificios de ENTEL y ENCOTel. Aún permanece cubierta por varios metros de agua y fango la Avenida Costanera, pavimentada, de 3 Km. de extensión, murallón de cemento, espigones, escaleras, kioscos, 3 piletas de natación públicas de agua salada, duchas, sanitarios, la Fuente de Ansenuza y todas las playas públicas, accesos a la laguna y bajada de lanchas.
38 cuadras de calles pavimentadas, cubiertas por metros de agua y fango.
40 cuadras de calles de tierra, cubiertas de agua y fango.

Gran extensión de líneas eléctricas de media y baja tensión y de líneas telefónicas quedaron destruidas e inutilizables. Un gran sector de la población quedó aislado al avanzar las aguas de la Laguna sobre el cauce de tres arroyos, haciendo necesario un largo desvío para mantener las comunicaciones normales entre el pueblo y la zona rural. El flagelo provocó un éxodo de habitantes que redujo la población de 4200 habitantes en 1976 a 2300 personas, según el censo de 1991. No hubo sector de la vida del pueblo que no haya sufrido profundas alteraciones, tal vez los sociólogos puedan explicar mejor las consecuencias comunitarias, espirituales, sociales e institucionales de la destrucción. Si algunas generaciones habían tratado de hacer y crecer en medio de tornados, pedreas, inundaciones y sequías, a la actual le había tocado presenciar la destrucción casi total de su pueblo, viviendo un cambio profundo y una brusca ruptura en su evolución. Pero por expreso mandato de la historia se le asignaba la enorme tarea de hacer la síntesis del pasado, fijar las pautas y marcar el rumbo de lo que Miramar debía ser en el futuro con la clara conciencia de que las acciones y decisiones eran impostergables y que de ellas y las omisiones dependería el futuro de sus hijos.

Se necesitaba entereza y coraje para emprender la ciclópea tarea de reconstruir una población devastada sin medio y en el marco de una grave crisis económica general.

Al desaparecer el turismo como pilar económico principal, fueron las otras actividades, especialmente la nutria, Curtiembre, Peleteria, las industrias que movilizaron la economía, pero que jamás pudieron suplir al turismo en su rol comunitario, generador de infraestructura, fuentes de trabajo y gran dinamizador y multiplicador de actividades con efecto socio -económico.

Los propios pobladores de Miramar tardaron años en visualizar una solución turística. Desde las esferas oficiales tampoco se alcanzaba a ver con claridad cual era la salida, ni como se podía revertir una realidad lacerante, traumática y compleja.

Fueron diversas las propuestas surgidas de áreas gubernamentales para darle a Miramar una nueva inserción regional y un nuevo perfil económico. Se reflotaron proyectos como la soda solvay, litio, acuicultura, etc., que no superaron nunca la etapa del proyecto y que se alejaban de lo que el propio pueblo había concebido como su rol económico de origen: el TURISMO, explotando las extraordinarias virtudes terapéuticas del agua y fango de La Laguna, complementadas perfectamente por las otras actividades tradicionales.

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